PARTICIPA

Si quieres publicar un artículo relacionado con los TP o plantear un tema de debate y opinión, ponte en contacto por correo electrónico con nosotros: volcanicos@gmail.com

miércoles, 12 de enero de 2011

PERSONA Y PROBLEMA

Las personas afectadas por algún trastorno de la personalidad manifiestan determinados patrones de conducta que persisten en el tiempo. Algunas de esas conductas resultan disfuncionales, y les ocasionan multitud de problemas en su vida familiar, social y laboral.
Habitualmente, las familias intentan corregir esas pautas por múltiples vías: razonamientos que al final se convierten en “sermones”; coacciones, ruegos, exigencias, promesas, comparaciones. Todo puede servir para intentar cambiar un “estilo de vida” anómalo.
Con el tiempo, muchas familias terminan resignándose ante la constatación de que ninguno de sus intentos consigue lo que ellos pretenden. Entonces colocan a su hijo la etiqueta de “problemático”, y optan por atribuir cualquier conducta o actitud negativa a “la enfermedad”. Se trata de una solución confortable porque proporciona una explicación a lo que ocurre: la culpa es de “la enfermedad”.
Llegados a este punto, “la enfermedad” se convierte en un manto que lo cubre todo, y el afectado deja de ser visto como una persona con un problema, pasando a convertirse en “un enfermo”, en un problema.
Esa visión por parte de la familia dificulta la ayuda que podrían prestarle, haciendo olvidar que el TP ocasiona ciertas disfunciones, pero no ensombrece la totalidad de la personalidad del afectado. Un TP puede dificultar sus relaciones sociales, hacerle tomar decisiones impulsivas; o tolerar mal la frustración. Pero nunca afecta a todos los ámbitos de su vida.
Aprender a diferenciar qué es debido al trastorno de la personalidad, y qué conductas no tienen nada que ver con ello es, quizá, uno de los retos más difíciles con los que se enfrentan las familias.
Pero lograrlo supone estar en condiciones de aceptar lo que es inevitable, de lo que puede corregirse y no hay por qué aceptar. Permite concentrar el esfuerzo en aquello que puede corregirse en lugar de tropezar contra el muro de lo inevitable. Y, sobre todo, contribuye a que el afectado se sienta como una persona que tiene un problema, y no como un problema con forma de persona.

No hay comentarios:

Publicar un comentario