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lunes, 27 de febrero de 2012

LA UNIÓN HACE LA FUERZA

La conocida sentencia popular que dice “la unión hace la fuerza” puede ser aplicada en casi cualquier circunstancia de la vida. La ta-rea de convivir con un afectado de TP, de hacer que esa convivencia no suponga un calvario, y de propiciar que el afectado vaya mejorando progresivamente, no es una ex-cepción. Habitualmente, son los padres y los hermanos del afectado los que tienen que asumir esa paciente –y a menudo frustrante- tarea. Por eso, cuanto más unidos estén todos ellos, más relajada será la convivencia, y más fir-mes los pasos de aquél hacia la salida del TP. Lamentablemente, a menudo el grueso del peso de esa labor recae sobre una sola per-sona: frecuentemente la madre. Esta persona se convierte así en la única “responsable” del hijo afectado. Busca información; acude a or-ganismos o asociaciones: aconseja al hijo en mil cuestiones; le acompaña al médico; vigila que no abandone el tratamiento; y trata de protegerle de sí mismo y de la incomprensión de los demás miembros de la familia. En no pocas ocasiones, esta gigantesca tarea rebasa ampliamente la capacidad de resisten-cia, y la persona cuidadora termina pagando un alto precio por su lucha en solitario, en tan-tos frentes simultáneos. Sería deseable que el resto de la familia se involucrara también activamente para trabajar todos ellos unidos hacia un objetivo común. Pero lo deseable no siempre coincide con lo real: y cuando esto ocurre, cabe preguntarse si hay algo que pueda hacer la persona cui-dadora para no sucumbir en el empeño ni abandonar a su suerte al hijo con TP. La solución no es sencilla, puesto que requie-re de la apertura de un nuevo frente de bata-lla: el de la obtención de la participación de todos los miembros de la familia. Sin embar-go, ese esfuerzo puede resultar muy rentable a largo plazo. El camino hacia la salida del TP es largo y plagado de obstáculos. Merece la pena perder unas semanas para lograr que el esfuerzo del resto del trayecto sea un esfuer-zo compartido.